Foto Jaime Oriz
Por Octavio Gómez Milián
¿Por dónde empezar? Lo mejor, en estos casos, siempre es por el principio. Poner en orden las cosas, tener una idea, un propósito…
Los últimos meses de 2009 decidí preparar las oposiciones de secundaria en la especialidad de matemáticas y estaba, como todos, un poco perdido. Lo cierto es que cuando uno quiere prepara un proyecto vital y académico de este calibre, lo mejor es acudir a un lugar donde te puedan ayudar. Tú pones el esfuerzo y el trabajo y en Arke me dieron la confianza, los materiales… el aliento. No se puede decir que fuera una cosa de dos, pero sí que fue un trabajo en equipo.
En 2010 hice mi primera programación, me aprendí mis primeros temas, me di cuenta que siendo ingeniero iba a tener que poner todavía un punto extra -o más- de mi parte… pero aprobé. Sin plaza. Eran otros tiempos. Después llegaron tiempos convulsos, hubo cuatro años de tirones, cambios, ejercicios prácticos… para mí fue fundamental mantenerme cerca de ARKE, del equipo de profesores y formadores que se estaba creando en torno a la preparación de la asignatura de matemáticas.
Primero, claro, Esther, que fue sobre la base que se construyó todo. No solamente era un conocimiento profundo de todos los temas, era la manera en la que conocía los recovecos de cada uno de ellos, la manera en la que te asesoraba a la hora de elegir entre los que podían tener un mayor interés para ser desarrollados, cómo te animaba a seguir, pasara lo que pasara.
Cuando se usa la expresión “Carrera de fondo” para unas oposiciones de este tipo no es un tópico, es una realidad: hay que pensar que tienes muchos frentes abiertos y tienes que ser excelente en todos, temas, prácticos y programación. Y saber afrontarlos desde una perspectiva realista, no es una cuestión de brillantez pura, es una regularidad sobresaliente. Debes tener una base sólida y darle tu barniz especial a lo que estás haciendo.
En 2014 pasamos por una experiencia compleja, la llegada de los primeros prácticos después de tanto tiempo, su dificultad, la escasez de plazas…pero es cierto que cada oposición es una parada en el camino. Uno aprende a opositar opositando. Como a programar. La mezcla de la teoría -aquí también, que sea un compañero de la asignatura el que te guíe en el proceso me parece fundamental-, con la didáctica personal, la casuística… todo es un proceso de suma y acumulación que ves crecer y vas interiorizando. Llega un momento en que tu programación es algo innato, que tiene tanto de ti que cuando hablas de ella se nota, casi se disfruta. Y es difícil disfrutar opositando, pero siempre hay algún momento.
Recuerdo también cuando se incorporó al equipo Sergio. Su manera de plantear los problemas era magistral, hacía sencillo lo que parecía ininteligible, te daba pautas que servían como guía en el infinito -porque, asumámoslo, un práctico de matemáticas tiene algo de desierto inabarcable-, pero precisamente asegurar unos peirones te transmite, sobre todo, esa seguridad que estimula el resto del proceso de aprendizaje. Recuerdo que muchos de nosotros antes de llegar a Arke manejábamos ejercicios resueltos de conocidas editoriales con décadas de experiencia, y al ver cómo Sergio, en modo prestidigitador, le daba una vuelta y en unas pocas líneas desarbolaba el angosto proceder de lo vetusto…te daba la sensación de que poco a poco había una luz en el horizonte.
Entre 2014 y 2018 recuerdo también cómo se fueron ajustando los conceptos, muchas veces etéreos, sobre los que construir una nomenclatura programática, cómo las unidades didácticas crecían a través de llevar a la práctica las actividades que había propuesto a lo largo de los cursos, y cómo fue fundamental en el último curso incorporarme al programa de preparador específico.
Llevaba varios cursos seguidos, tenía una programación pulida y los temas seleccionados, cada viernes traía los problemas propuestos por Esther o Sergio listos para ser revisados -por eso, volver a insistir en la realidad de este proceso, uno puede hablar de suerte, y la suerte existe y es necesario tenerlo de tu lado, pero es como la inspiración del poeta, te tiene que encontrar trabajando para que todas las piezas encajen, pero necesitaba un último reto, necesitaba afrontar de manera temporal la realidad del proceso.
Comenzamos con la simulación de los exámenes prácticos, acumulando los bloques de contenidos que se desarrollaban, con la escritura de temas surgidos del azar y, lo que era más importante, con la lectura frente a un grupo de compañeros de estos. Era como el ensayo general de una obra, era perder la vergüenza, asumir la responsabilidad del momento, el pánico escénico.
Fue una de las mejores experiencias para preparar la oposición: la sensación de estar siempre alerta, pero con unos preparadores que te iban echando cables, ajustando las esquinas, engrasando los resortes mientras tú avanzabas y avanzabas.
El momento final fue la defensa de la programación y la Unidad Didáctica una calurosa tarde de finales de mayo o comienzos de junio, ya no recuerdo, sí que hacía calor, que el curso, el de verdad, el del instituto estaba en ebullición y uno sentía que tenía dos personalidades en paralelo trabajando: el profesor y el opositor.
Aquella tarde, con varios papeles en la mano, con materiales que soñaba con poder mostrar a un tribunal, recuerdo presentar una unidad didáctica de proporcionalidad. Recuerdo las recomendaciones de Esther, las preguntas de los compañeros, recuerdo salir agotado y satisfecho.
También recuerdo un viernes sentado en la mesa del cuarto de estar preparando un tema de geometría griega y buscando información en libros mientras cotejaba fuentes y apuntes…cuando apareció el número y fui al listado y comprobé que era ese hubo un momento de pánico, lo tenía ahí, era uno de los míos, de mis temas.
Lo primero es siempre empezar el tema y terminarlo, índice, conclusión y bibliografía, dejarlo listo para que no te pille el tiempo en la escritura. Por la mañana recuerdo el problema de probabilidad geométrica…yo sabía que había hecho alguno parecido, que alguna vez en esos últimos ocho años me había enfrentado a algo así. Como al resto, pero ese, en concreto, estaba entre la maraña de los recuerdos. Nudos gordianos, llevar un papel para secarse el sudor de la mano apoyada en el folio, bolígrafos, una pequeña regla… cuando vi la nota y vi que había pasado, no sé, imagino es un trozo de felicidad absoluta.
Tocaba defender la programación, pero, la realidad es que cuando uno lleva algo tan suyo, todo se ve de otra manera y suena real, suena íntimo y suena auténtico. Por eso siempre que me pregunta algún compañero se lo digo, la programación, como las Unidades Didácticas, tienes que trabajarlas en soledad, en compañía, con los profesores de la academia, con tus alumnos -si los tienes- y, al final, ese trabajo comunal, tú eres el que lo destila en un alambique y lo ofrece, tiene aromas, texturas, formas personales.
Me hubiera pasado horas hablando de aquella programación… cuando tienes que recortar siempre es bueno, porque también se nota y lo nota el tribunal, lo dejas con ganas de más y las respuestas que les vas a dar tienen un brillo especial.
¿Qué decir de la unidad didáctica? Pues que una de las bolas fue la de la proporcionalidad. Allí estaba con todos mis materiales, algunos resultados de actividades hechas por alumnos a lo largo de los cursos, que habían dejado también su impronta en mi esfuerzo. El orden de las sesiones, los puntos débiles de la didáctica, las dificultades de los contenidos, cómo superarlos, toda la parte de currículo, recuerdo empezar de pie, sentarme, volverme a poner de pie… tiene algo de teatralidad, pero uno no puede improvisar si no se sabe el texto de la obra… hay momentos en los que uno llega a disfrutar. Son escasos, pero son las chispas que pueden llevarte a encender tu plaza.
Es un trabajo largo, que exige mucha constancia, por eso necesitas un apoyo, para mí el apoyo vino de la academia: personas que buscan facilitarte las cosas en los momentos difíciles, que siempre tienen una sonrisa, una solución al problema. Todo el equipo de ARKE, no solo los profesores, hacen del lugar algo que tiene la mezcla perfecta entre lo académico y lo familiar.
Yo, casi una década después, sigo pensando en ARKE como mi casa. Ahora el equipo ha aumentado, además de dos de los mejores profesores de temas y problemas de Aragón también un teórico de la didáctica, Pablo, que tiene una perspectiva única sobre cómo programar pero también cómo hacer que la palabra innovación tenga sentido… y, bueno, uno nunca sabe cómo acabarán las cosas, pero fue un orgullo que me pidieran ser parte del equipo y ofrecer mi experiencia, la de alguien muy perdido, al comienzo del laberinto, que pasó todas las pantallas del videojuego más difícil del mundo y acabó con una maleta llena de Unidades Didácticas, listas para ser compartidas, para ofrecer una perspectiva múltiple y variada.
Eso es el equipo de matemáticas de ARKE y eso es lo que lo hace único: saber encontrar la mezcla perfecta entre lo riguroso, lo creativo, lo memorístico y lo intuitivo, sacar lo que es especial de cada opositor y hacer que sea, precisamente, su punto fuerte en el proceso.
Para mí fue un camino duro, muy duro, llegar hasta la plaza, pero también me sentí muy respaldado y ahora es un verdadero lujo poder aportar mi experiencia, la narrativa del proceso y, de paso, ofrecer, aunque sea una parte de esa combinación entre lo que recibí y lo que me ayudaron a crear. Esa es la mejor parte del camino: tener alguien que te acompañe.