Hoy dentro del proyecto “Las Despeinadas de Pepa”, Pepa Pardo (1) nos presenta a Sofía Kovalévskaya la primera mujer que dio clases de matemáticas en una universidad.
Sofia Kovalévskaya – La poesía de las matemáticas.
Sofía ha sido mi inspiración. De niña una gran mujer me habló de ella, porque me encantaba la ciencia y también escribir, lo cual me producía una frustración terrible. Esa mujer me dijo: la primera gran matemática rusa, la primera mujer que dio clase de matemáticas en una universidad, era también poeta. No entiendo que se quieran separar ciencias y humanidades cuando son igual de importantes para el desarrollo cognitivo y emocional. Sin embargo a Sofía la descubrí de verdad en la universidad, con el teorema de Cauchy-Kovalevskaya sobre ecuaciones en derivadas parciales. Fue por ella que cogí el primer cabreo serio por la invisibilización de las mujeres, y gracias a ella dejé de sentir que era un bicho raro por estar enamorada de las ciencias y la poesía con la misma intensidad. En sus propias palabras: «es imposible ser buen una buena matemática sin ser poeta del alma»
#WomenInStem #MujeresYCiencia #MujeresEnMatemáticas Ilustración de XCarMalavida
Sofía Kovalévskaya (Moscú, 15 de enero de 1850-Estocolmo, 10 de febrero de 1891).
Sofía creció en una casa donde se respiraba un intenso ambiente cultural y científico. Dos de sus tíos le inculcaron el amor al saber: uno era un auténtico apasionado de la lectura además de matemático aficionado y el otro le enseñó ciencias y biología. En su autobiografía habla de la importancia de aquel entorno, pero el punto de inflexión tuvo lugar cuando tenía 11 años. Hicieron reformas en casa e hicieron corto de material, así que su padre empapeló su habitación con los apuntes de un curso de Cálculo Diferencial e Integral. Sofía pasaba horas embobada delante de aquellas fórmulas y aquellas gráficas. Su padre decidió que aquello era poco femenino y optó por quitarle su profesor de matemáticas, aunque ella siguió estudiando las paredes de su habitación por las noches. El profesor Tyrtov, apenado, le regaló su libro de Física y Sofía lo devoró. No entendía las fórmulas trigonométricas, así que las dedujo. Fue cuando Tyrtov convenció a sus padres para que la permitieran volver a estudiar.
Para poder estudiar tuvo que marcharse de Rusia mediante un «matrimonio blanco». Se instaló en Alemania y fue directamente a ver a Karl Weierstrass, a quién consideraba «el padre del análisis matemático». Él la puso a prueba y no terminaba de creer los resultados. Se quedó tan impresionado que la admitió como alumna y se hicieron amigos.
En 1874 Weierstrass consideró que los trabajos de Sofía eran suficientes para obtener un doctorado. Como en Berlín era imposible, habló con un antiguo alumno suyo, Lazarus Fuchs de la Universidad de Gotinga, para que se le concediera el doctorado sin examen oral, sólo con los trabajos entregados. Después de una enorme cantidad de gestiones, la Universidad aceptó y Sofía presentó tres trabajos de investigación, el primero «Sobre la teoría de ecuaciones en derivadas parciales», el segundo «Suplementos y observaciones a las investigaciones de Laplace sobre la forma de los anillos de Saturno» y el tercero sobre la reducción de una determinada clase de integrales abelianas de tercer orden a integrales elípticas. Su primer trabajo fue aceptado como tesis doctoral y se le concedió el grado de doctora «cum laude».
Sofía también fue la primera mujer en dar clase en una universidad. Fue aceptada como profesora en la Universidad de Estocolmo. El puesto docente que le ofrecieron, fue con la pretensión de probar su competencia, y no era oficialmente remunerado, sino que lo pagaban sus alumnos a través de una suscripción popular. En aquel entonces ya existía el crowdfunding.
La dedicación simultánea de Sofía a las investigaciones matemáticas y a la literatura causó un cierto desconcierto en muchas de las personas de su alrededor. Su libro autobiográfico «Recuerdos de la infancia», un relato donde narró las vivencias y los sentimientos de su niñez, además de describir los problemas y los ideales de la sociedad rusa en la segunda mitad del siglo XIX, fue traducido al sueco y publicado con el título «Las hermanas Rajevsky». Sofía formó con su amiga Anne-Charlotte Leffler, hermana de Mittag, una sociedad literaria que firmaba con el pseudónimo Korvin-Leffler. El primer resultado de esa colaboración fue una obra de teatro «La lucha por la felicidad» que se publicó en 1887. Cuando Sofía murió, Anne escribió su biografía. Su novela póstuma «Vera Barantsova», que contaba la historia de una joven mártir revolucionaria, fue publicada en Suecia (1892) por sus amigos a partir de sus manuscritos no revisados y en Rusia (1906) con el título «Una nihilista».
Hay un cráter en la luna que lleva su nombre, y ahora mucha gente la conoce por el relato «Demasiada felicidad» de Alice Munro, que os recomiendo.
(1) Pepa Pardo es Ingeniera Industrial en Materiales y Transportes, además de escritora aficionada. Su trabajo es buscar soluciones creativas y eficientes de movilidad.
Tanto en su trayectoria académica como en su trayectoria profesional, siempre ha echado de menos las referencias femeninas, por lo que decidió que era importante contarlas y de allí nació la página de Facebook «Las Despeinadas de Pepa», donde hoy nos habla de Sofía Kovalevskaya, matemática, poeta y la primera mujer que dio clase en una universidad.